El niño caminaba, su párpados se cerraban, mientras el viento se deslizaba por sus manos que no dejaban de pedir amor. La gente pasaba apresurada, y él, con verguenza impedia que el mundo lo mirara...
-¿Para dónde voy? Se preguntaba. Pero que importa, si no tiene historia y nunca la tendrá. La vida le mostró un lado no conocido por muchos, pero que para él nunca importó... ¡Dios nunca lo dejó!